Los wayuu son el pueblo indígena más numeroso de Colombia y su territorio se extiende a lo largo de la península de la Guajira y el estado de Zulia en Venezuela. Los caminos de la Alta Guajira, solo visibles para los ojos de los wayuu que los han recorrido por siglos, conectan paisajes naturales y simbólicos de su entorno mítico y de conocimiento.

Este multimedia ofrece un recorrido visual y narrativo por lugares significativos de esta geografía. Las imágenes y relatos aquí reunidos documentan algunas de las historias que han sido transmitidas de generación en generación sobre este paisaje y sus seres vivientes y extraordinarios. El triángulo que conforman los tres cerros titulares Epitsü, Kama’ichi e Iitujolu organiza el recorrido por la geografía mítica y humana y por la historia territorial.


En el entorno natural del desierto y del mar Caribe reposan las huellas de recorridos, migraciones y redes del quehacer wayuu en el territorio; de las relaciones entre seres míticos, animales y humanos; de su larga historia de intercambio con otros grupos humanos, y de la relación y lucha contra sistemas coloniales. Las imágenes captan huellas y paisajes. Cada lugar donde se funde la geografía y el tiempo cuenta historias que hacen parte del conjunto oral de los wayuu.

Hemos observado con preocupación el empeño del país, en particular de medios de comunicación y de sectores políticos, de asociar a la Guajira y a los wayuu con la pobreza, la corrupción y el atraso. Las imágenes descontextualizadas de niños indígenas que mueren de hambre, de políticos corruptos y de territorios en los que la ilegalidad y la violencia dominan la vida diaria, se han convertido en la única representación de esta región y sus habitantes ancestrales. Esperamos que este recorrido aporte otra mirada a este territorio milenario y a la sabiduría y fortaleza de las comunidades que lo habitan y a la tenacidad de la vida y los seres vivientes que lo conforman.

Entre los cerros
y los vientos


El recorrido lo hicimos alrededor del triángulo que conforman los cerros titulares ubicados en la Alta Guajira. Este se fue haciendo visible en la medida en que caminábamos por la península de sur a norte y de occidente a oriente, mientras aprendíamos cómo los seres teriomórficos ⎯que existieron en tiempos transhistóricos, cuando aún no existían los humanos⎯ se convirtieron en cerros, vientos y piedras; cómo seres de mar pueden también ser de tierra; cómo ciertos hitos históricos marcan lugares que dejan huellas visibles en el paisaje.

La geografía ha moldeado las actividades humanas de los wayuu y este pueblo, a su vez, ha moldeado la geografía desde los significados y usos que le dieron a cada uno de los lugares que allí existen. Estos puntos en el paisaje y sus narrativas orales han permitido, a través de sucesivas generaciones, ordenar sus maneras de ver el mundo; a los seres que habitan el mar y la tierra y que hacen parte de su universo mitológico, y han determinado las maneras en que cada ser viviente o mitológico se define como femenino o masculino.

Cuentan algunas historias míticas de los wayuu que los tres cerros titulares de la Guajira bajaron de la Sierra Nevada en búsqueda de nuevos caminos. Otras narraciones afirman que venían del occidente de la Guajira. En los mitos recogidos por los antropólogos Perrin, Chaves, Bolinder y Caudmont1 Véase, Wilbert, Simoneau y Perrin, Folk Literature of the Guajiro Indians. , se recrea su viaje:

"Los tres hermanos (a veces presentados como dos hermanos y un amigo) andaban rondando por la Guajira en busca de agua y comida. Un día, al llegar a las sabanas de la parte central de la península, Epitsü les dijo a sus hermanos que se había enamorado de una mujer y que además estaba fascinado con ese lugar que tenía la forma de un pecho muy hermoso, refiriéndose a lo que hoy se conoce como el Cerro de la Teta. Los otros siguieron su camino hacia el Cabo de la Vela. Al llegar allí, Kama’ichi le anunció a su hermano que se había enamorado del mar, que deseaba ser pescador y que se quedaría a vivir allí para siempre. El tercer hermano viajó y llegó al borde de la península, donde se enamoró de la tierra fértil y el agua que corría. En ese lugar se asentó por el resto de su vida".

Foto Kama’ichi por Jesús Abad Colorado
Kama’ichi|Foto: Jesús Abad Colorado

Cada uno se queda en un lugar asociado con sus deseos. El elemento común en estas narrativas es la familiaridad que marca los espacio, la presencia de una relación de parentesco entre los cerros hermanos que nunca se deja de nombrar. No obstante, en algunas narraciones de la Alta Guajira se excluye a Kama'ichi y se incluyen los cerros de Los Monjes llamados también Waliraajo'u.

Foto Iitujolu por Jesús Abad Colorado
Iitujolu|Foto: Jesús Abad Colorado

El triángulo da cuenta de un trayecto-jornada, de una micro geografía y entorno ambiental, pero también de cómo geografía y paisaje se construyen desde las relaciones de parentesco y sociales entre múltiples seres vivientes y míticos. En el mundo social, familiar y cultural wayuu, el territorio se percibe como un espacio ancestral que se hereda por línea materna y nunca se pierde.


Foto Epitsü por Jesús Abad Colorado
Epitsü|Foto: Jesús Abad Colorado
Foto de la Familia Carrizal en la Guajira por Jesús Abad Colorado
Familia Carrizal|Foto: Jesús Abad Colorado

Como se podrá apreciar en la lectura de los relatos, la historia que cuentan enseña sobre los dilemas y desafíos de la sobrevivencia en este paisaje semidesértico, donde el riesgo siempre presente de la sed, la fatiga y el hambre acompañan el día a día, los recorridos y los sabios usos de los recursos disponibles por parte de los wayuu.



Ruta realizada por el triángulo que conforman los tres cerros titulares de La Guajira:

Mapa elaborado por Maria Luisa Moreno para la Universidad de British Columbia, Canadá

Tortugas de Pajara


El recorrido comenzó en Carrizal, en el suroccidente de la península de la Guajira, a tan solo dos horas de Riohacha y una del casco urbano de Uribia. En Carrizal encontramos una de las primeras huellas de la geografía mítica e histórica, representada en las Tortugas de Pajara, que no solo nos develan las relaciones entre el mar y el desierto, pastores (Aruleewi) y playeros (Apalaanchi), sino también la introducción del ganado vacuno por el contacto con los españoles en el siglo XVI.


Foto: Jesús Abad Colorado


Desde esta época, los wayuu establecieron fuertes relaciones comerciales con los españoles, quienes introdujeron el ganado vacuno en la Guajira, valiéndose de la idea de que el centro de la península era fértil y contaban con pastos y agua disponibles para dicha actividad humana. Este hecho remite a los primeros modelos económicos occidentales adoptados por los wayuu, los cuales transformaron los símbolos de riqueza y status. Como lo anota Weildler Guerra, “la estratificación de la sociedad wayuu se originó con la introducción del ganado y de nuevos elementos técnicos y económicos a partir del siglo XVI”r 2 Guerra, “El poblamiento del Territorio Guajiro”, 143.


Foto: Jesús Abad Colorado
Foto: Jesús Abad Colorado
Foto: Jesús Abad Colorado

En la actualidad, la pesca es considerada una actividad inferior y los pescadores un actor social de estatus bajo dentro del ordenamiento social y poblacional de los wayuu. No obstante, los pescadores

"no aceptan esta discriminación y valiéndose de elementos del mundo marino oponen modelos de riqueza y prestigio equivalentes a los del mundo del interior. Así, la pesca es vista como una especie de pastoreo: El mar es como una inmensa sabana de pastoreo. Las tortugas son vacas. Los tiburones son tigres. Las langostas son gallinas y los peces son cabras. El mar: un extenso corral inagotable. Los playeros se consideran hombres libres cuya riqueza se encuentra a salvo en el mar, por cuanto consideran a los pastores de cabras y ovejas como esclavos de sus propios animales, sometidos a las inclemencias del verano, los robos y la peste". 3 Guerra, Los apaalanchi: una visión del mar entre los wayuu, 8.

Foto:  María Luisa Moreno
Foto: María Luisa Moreno

En los relatos asociados a este lugar se narra que las Tortugas de Pajara salían del mar en la noche y se ocultaban en este antes del amanecer. Al salir del mar, se convertían en vacas y se iban a pastar cerca del arroyo de Pajara en Carrizal. Un día, los wayuu las rodearon para que no pudieran escapar. Algunas huyeron hacia las praderas del mar, pero fueron sorprendidas por la luz del sol, que las convirtió en rocas. Cuando la luz del sol reverbera al mediodía se forma un espejismo en la salina que la hace ver llena de agua, y las rocas parecen un rebaño de vacas que luchan por retornar al mar.

Foto: María Luisa Moreno



Este relato sobresale por su elocuencia para explicar la relación entre el mar y la tierra, entre pastores y pescadores. Guerra describe cómo para los pescadores wayuu el mar es un corral gigantesco en el que pastan sin peligro alguno los animales, a salvo de veranos, pestes, hurtos y de los estragos de las guerras. Muy distinto a lo que pasa en la tierra, donde la diversidad de animales es menor por la dificultad de habitar el desierto.

Estos relatos y la imagen del mar como un gran corral circulan y se actualizan en eventos contemporáneos como el conflicto entre el Estado y los wayuu por las salinas de Manaure, ubicadas entre Riohacha y el Cabo de la Vela. La diferencia simbólica entre el mar y la tierra también se refleja en la cosmogonía de los wayuu. Un ejemplo se encuentra en las historias sobre la existencia de una Pulowi de mar y una Pulowi de tierra que el antropólogo Michel Perrin recopiló en las décadas de los setenta y ochenta. Escuchar historia de Carmen Cuadrado Fince Uriana

La Pulowi es un ser mítico femenino que se manifiesta en lugares que llevan su mismo nombre. Es soberana (dueña) de los animales salvajes y posee numerosas riquezas marinas: corales, tortugas, peces que pastan en las extensas praderas del Caribe. Todas las Pulowi son esposas de Juya (la lluvia). Cuenta Perrin que

"Pulowi del fondo del mar era la más rica. Tenía mucho ganado, tortugas, peces, y todos los demás animales del mar, poseía muchos jaspes rojos y joyas de todas clases; Pulowi de tierra era pobre, en cuanto a ganado no tenía sino venados, corzos, zorros y algunos otros animales". 4 Perrin, El camino de los indios muertos: mitos y símbolos Guajiros, 68.

Los pescadores establecen equivalencias para referirse a que todo animal terrestre viene del mar, como en el caso de las tortugas de Pajara, que se convierten en vacas para habitar la tierra, un ambiente hostil y peligroso. Estos relatos narran los desafíos de la vida en el desierto y las maneras en que se negocian las tensiones sociales que generan las diferencias de estatus en una sociedad que le otorga actualmente mayor valor a quienes se dedican al pastoreo y poseen ganado, en contraste con quienes viven de la pesca. Además, hacen manifiesta la relación estrecha entre el mar y la tierra, así como su complementariedad en la vida de los wayuu.



Julirianalü:
en las aguas del Cabo de la Vela


Camino hacia el antiguo cerro titular Kama’ichi, nos detuvimos en el Cabo de la Vela, una de las esquinas de la Guajira y extenso territorio cargado de huellas y lugares trascendentes en la geografía mítica wayuu. Guerra describe esta parte del recorrido en uno de sus escritos:

"Para llegar hasta él hay que pasar por los lechos secos de los arroyos en los vecindarios wayuu situados al sur, llamados Ishotshiima’ana, Koushotchon y Pujulu’u. Luego se accede al pueblo propiamente dicho, con sus viviendas y posadas turísticas. La zona de colinas situada al norte se llama Uuchitu’u y comprende diferentes lugares que forman parte de una extensa y entrelazada geografía mítica". 5 Guerra, “Del Cabo de la Vela a Nazareth”, 12.

El morro de Julirianalü es uno de los lugares donde Pulowi cura a los seres marinos. Ese lugar era llamado antiguamente así y, según el escritor wayuu Glicerio Tomás Pana, quería decir “alada mariposa que emerge de las aguas marinas”. Para los pescadores, Pulowi es quien cura a los peces que se escapan de sus redes, de sus manos, de sus barcos, y los lleva de nuevo al mar.



Foto: Jesús Abad Colorado

Al ver esta roca blanca, los españoles, dirigidos por Alonso de Ojeda, pensaron que era la vela de un navío y es de ahí de donde proviene el nombre del Cabo de la Vela: “a lo lejos el blanco excremento de las aves marinas les pareció la vela de un navío y así llamaron a ese hito geográfico y simbólico Cabo de la Vela como se le conoce hasta hoy”. 6 Guerra, “Del Cabo de la Vela a Nazareth”, 12.

Al llegar a este punto se sienten fuertemente vientos alisios que caracterizan el territorio desértico de la Alta Guajira. Vientos que le dan forma al paisaje y que tienen un gran impacto sobre las actividades cotidianas. Los wayuu, en particular los pescadores, reconocen más de ocho tipos de vientos. 7 Véase, Guerra. El mar cimarrón. Conocimientos sobre el mar, la navegación y la pesca entre los Wayuu. Cada viento tiene un carácter y está asociado a unas condiciones climáticas y cambios estacionales.

Dos de estos ocho tipos de vientos son conocidos como Jepirachi y Aruleeshi. Ambos son considerados seres femeninos y antagónicos. Aruleeshi es el viento suave del sureste que, originalmente, fue un pescador orillero derrotado por Jepirachi, el viento fuerte del nordeste y pescador por excelencia. Germán Barliza le contó a Guerra el origen del antagonismo entre estos dos seres:

"Jepirachi era un pescador wayuu que pescaba lejos, mar adentro y Aruleeshi era un pescador wayuu que no iba lejos, pescaba en la orilla. Juya un día mandó a unas mujeres jóvenes donde Jepirachi y Aruleeshi estaban y les dijo: ⎯Vayan a pedirle pescados a mis nietos pescadores, lleven queso, carne, fríjoles y fríjol guandul⎯. Las mujeres llegaron a la playa y encontraron que Aruleeshi había llegado temprano de pescar, porque pescaba cerca de la orilla. Había unos jóvenes (Aruleeshi) que tenían las pieles resecas. Las mujeres preguntaron quién era Aruleeshi. ⎯Somos nosotros⎯, contestaron los jóvenes.

Las mujeres dijeron ⎯Nos ha mandado Juya a que nos regalen unos pescados⎯. La pesca de Aruleeshi era muy pobre, se componía de bagres y rayas que estaban tirados en la arena y se los mostraron a las mujeres, pero estas no quedaron muy contentas. Las jóvenes le preguntaron a Aruleeshi dónde está Jepirachi y estos le respondieron: ⎯Ellos están lejos, llegan tarde, mejor que se vayan⎯.

Aruleeshi quería que las mujeres se fueran porque tenía vergüenza, la pesca de ellos era muy pobre.

Jepirachi se aproximaba a la tierra, se puso el ambiente frío y Aruleeshi estaba preocupado. Le volvió a decir a las muchachas que se fueran porque Jepirachi no vendría. Aruleeshi comenzó a soplar vientos para evitar que Jepirachi llegara a la orilla, pero Jepirachi le ganó y llegó a la costa. Jepirachi comenzó a bajar los pescados muy sabrosos como el carite, la sierra, el jurel y la cojinúa. Las mujeres preguntaron —¿quién es Jepirachi?—. Y él le respondió, ⎯yo soy Jepirachi⎯. Dijeron las muchachas: ⎯Venimos de parte de tu abuelo Juya, para que le regales pescado para la comida. Ahí le trajimos leche, queso, fríjol guandul y carne⎯. Y no les dio mucha importancia a las mujeres, sino que comenzó a preparar jurel y carite, haciendo filetes para mandárselos a Juya y se los entregó a las muchachas. Estas dejaron los bagres y las rayas de Aruleeshi. A raíz de esto hay una enemistad entre Aruleeshi y Jepirachi". 8 Guerra, “El universo simbólico de los pescadores wayuu”, 4.

A Jepirachi, el viento fuerte que viene del nordeste, pudimos sentirlo con mucha fuerza en la Alta Guajira, entre Julirianalü y Puerto Bolívar.

En el camino pasamos por las huellas de historias más recientes: Puerto Nuevo y Bahía Portete. En este último, en el año 2004, sus pobladores huyeron aterrorizados cuando paramilitares del frente Contrainsurgencia wayuu entraron a sus asentamientos, asesinaron a cuatro mujeres y un hombre, torturaron a varios pobladores, profanaron el cementerio y destruyeron sus viviendas.9Grupo de Memoria Histórica, Masacre de Bahía Portete: Mujeres Wayuu en la Mira.

Cerca a Portete, en dirección noreste, a tan solo 3 km de Media Luna, pasamos también por los imponentes molinos del Parque Eólico Jepirachi, que, como testigo de las historias convergentes y contenciosas de guerra y desarrollo, entra en operación el 19 de abril del 2004, un día después de la masacre de Bahía Portete. Los fuertes vientos alisios de Jepirachi son fuente y motor para la producción de energía eólica mediante quince molinos gigantescos.

Pantu


Nuestro recorrido siguió por la Serranía del Carpintero en búsqueda del cerro Pantu. Este está ubicado a poca distancia del morro de Kama’ichi, y es más conocido como el Cerro Barrigoncito, por su pequeño tamaño en forma ondulada y de barriga.


Foto: María Luisa Moreno

Uno de los mitos wayuu relaciona este cerro con un hombre con mucho vientre, pero sobre todo como un buen pescador, cazador y con poderes mágicos para transformarse. El mito presenta a este cerro como la misma Maleiwa. Relata cómo el hombre barrigoncito terminó involucrado en una disputa con Makuira por haber herido a su hija, y cómo estos finalizan convertidos en lugares geográficos de la Guajira como resultado de esta disputa.



Jepira,
entrada al mundo de los indios muertos

Desde el Cabo de la Vela tomamos la dirección norte para adentrarnos en el mundo de los indios muertos. Jepira, en el universo oral y simbólico de los wayuu, no es un lugar de paso, tampoco es mítico ni histórico; es donde la vida y la muerte se encuentran, donde el mundo de los vivos transita hacia el mundo de los muertos. Jepira es primordialmente un espacio en la memoria de los wayuu. Si bien hay un entorno físico, su carácter está asociado primordialmente con un “otro mundo” del más allá.


Foto: Jesús Abad Colorado

Al buscar Jepira, fuimos orientados en diferentes direcciones. La mayoría de personas a quienes preguntamos dijeron no conocer su ubicación. Finalmente, una familia wayuu dijo saber el camino. En wayuunaiki (lengua de los wayuu), el padre llamó a uno de los niños de su familia para que nos acompañara. Después de cruzar y descender un cerro, bordear el mar por grandes rocas metamórficas, llegamos a Jepira guiados por el niño, quien caminaba a paso veloz.


Foto: María Luisa Moreno

No había rastro humano. Solo se sentía el sonido del mar y los pasos de animales entre las rocas. Como bien lo mencionó Perrin, en El camino de los indios muertos, pocos wayuu experimentan el deseo de conocer este lugar puesto que es considerado funesto y peligroso. Su nombre significa la tierra de los indios muertos.

Este lugar mítico hace parte del ciclo de la muerte wayuu: una muerte en la tierra y otra en Jepira. Por esta razón, los wayuu son enterrados dos veces. En el primer entierro, la persona que ha fallecido es preparada para el recorrido hacia Jepira: su rostro es tapado para que el alma se prepare a dejar el lugar y a sus familiares. Las almas no transitan solas el camino hacia Jepira, las acompañan los animales que son sacrificados durante los nueve días de velorio.

El segundo entierro ocurre cuando la persona ya ha llegado a Jepira y se ha convertido en yoluja (‘espectro’). En el segundo entierro el esqueleto es exhumado para ser limpiado por las mujeres mayores de la familia, quienes deben velar por su cuidado, protección y entierro en el territorio de la familia materna. Allí el alma se extraviará para siempre. Se puede decir que Jepira es el lugar de paso entre el mundo de la vida y el de la muerte. En las narrativas recolectadas por Perrin varios wayuu afirman que las almas de los muertos retornan a la tierra en forma de lluvia.


Foto: Jesús Abad Colorado

Puerto Bahía Honda


Al salir del Cabo de la Vela, nos dirigimos hacia Bahía Honda, lugar que carga los vestigios de las interacciones de los wayuu durante la época de la Colonia. Bahía Honda nos habla fundamentalmente de lo que significaron los periodos colonial y republicano, con sus ideas utópicas sobre este entorno territorial.


Foto: Jesús Abad Colorado

En esta bahía se encuentra la historia de la región y de su valor estratégico: los intentos fallidos de Alonso de Ojeda, gobernador de Coquibacoa —anteriormente al norte de la península de la Guajira—, por erigir el primer poblado español en el año de 1502; los cientos de alzamientos indígenas; las campañas de pacificación militar de los españoles durante los siglos XVI y XVII, y la producción de sal en el XIX.

Foto: Jesús Abad Colorado
Foto: Jesús Abad Colorado

La península de La Guajira ha sido tierra propicia para la concepción y el fracaso de utopíasLa primera utopía fue la de Alonso de Ojeda que fundó en Bahía Honda, en mayo de 1502, el primer asentamiento hispánico de Sudamérica (Santa Cruz). Sólo dura cuatro meses porque los sueños utópicos de encontrar bancos perlíferos y piedras verdes fracasan y crece la hostilidad de la población indígena.

Para Arevalo, el pacificador, establecer un asentamiento pacificador en Bahía Honda era esencial “dada la importancia del puerto donde los guajiros se abastecían de armas y municiones y mantenían activo comercio con los ingleses en Jamaica.” En 1773 se funda la San Joseph de Bahía Honda pero la presión bélica de los indígenas llevó a que la abandonaran en 1779. Bahía Honda se convierte en el principal puerto de abastecimiento de los indígenas y de donde partían expediciones de hostigamiento contra posesiones españolas.

Notas tomadas de: Bahía Honda: Fundaciones efímeras y ciudades utópicas. 2007
. Tal vez porque ha sido vista como una región rica en recursos naturales, pero signada por un tipo de violencia constitutiva, que nace en parte de ser considerada, durante la dominación colonial, como un territorio jurídicamente vacuo e inconquistado.

Foto: Jorge Mario Múnera
Foto: Jorge Mario Múnera




En el siglo XVIII, el comerciante español Fernando Ruiz de Noriega propuso la fundación de una nueva ciudad llamada San Fernando, en Bahía Honda, que contaría con dos fortificaciones, y para ello solicitó licencia a la Corona para reclutar a cien mil marinos para la construcción. Un siglo más tarde, en 1815, el propio libertador Simón Bolívar concibió en su célebre Carta de Jamaica, el emplazamiento de la capital de la futura República de Colombia en territorio guajiro, imaginándose

"[...] una nueva ciudad que con el nombre de Las Casas, en honor de ese héroe de la filantropía se funde en los confines de ambos países en el soberbio puerto de Bahía Honda. Esta posición aunque desconocida es más ventajosa por todos respectos, su acceso es fácil y su situación tan fuerte que puede hacerse inexpugnable. Posee un clima puro y saludable, un terreno tan propio para la agricultura como para la cría de ganado y una grande abundancia de maderas de construcción. Los salvajes que la habitan serían civilizados y nuestras posesiones aumentarían con la adquisición de La Goajira". 10 Simón Bolívar, Carta de Jamaica, 26.

Proyectos colonizadores y de poblamiento de Bahía Honda y sus alrededores y la resistencia de los wayuu a estas misiones perviven en las narrativas orales de los wayuu en el presente.

Narración Carmen Fince Uriana y Vicente Gutiérrez

Cerro Enramada Luma


Al salir de Bahía Honda, en dirección a Nazareth, está el cerro de Luma, que tal como lo describió Weildler Guerra durante el recorrido nos recuerda una gigantesca enramada de piedra.


Foto: María Luisa Moreno

Al aproximarnos a la Macuira, se ve el imponente cerro Iitujolu, el hermano mayor de Kama’ichi y Epits.


Foto: Jesús Abad Colorado
Foto: Pilar Riaño Alcalá

Según un antiguo mito, las formaciones montañosas de Makuira, Simaura y Cosinas son las hijas de un poderoso cacique de la Sierra Nevada de Santa Marta, quien las castigó convirtiéndolas en cerros. Las muchachas desobedecieron al padre en su prohibición de abandonar el territorio ancestral, por los peligros que podrían correr; una noche de luna se fugaron en busca de la aventura. Makuira, la hija predilecta, llora desde entonces, y de sus lágrimas, escondidas en la espesa cortina de nubes y neblina, se forman los numerosos arroyos que hacen posible la vida y el sustento de los hombres. Makuira es la serranía castigada, que derrama el llanto eterno en forma de agua.



Foto:Pilar Riaño Alcalá
Foto: Pilar Riaño Alcalá

Wolunka:
la mujer de la vagina dentada


En el parque de la Makuira, arribamos a Wolunka. La enorme piedra negra con manchas rojas, recuerda a los wayuu la historia de una de las mujeres primigenias de los mitos wayuu. La piedra está rodeada de vegetación verde del desierto y agua que pasa por un pequeño riachuelo. Desde su punta es posible visualizar los cerros que rodean la Makuira.


Wolunka | Foto: Jesús Abad Colorado

Wolunka es hija de Juya, la lluvia. Nació con la vagina dentada, sin posibilidad de reproducirse y, por lo tanto, sin descendencia humana. A Wolunka le gustaba bañarse desnuda en los arroyos. Un buen día unos mellizos que solían esconderse para observarla en su ritual cotidiano le tiraron flechas en el momento en que se estaba clavando en el agua. Las flechas entraron directamente en la vagina y tumbaron los dientes que la rodeaban. La sangre no solo tiñó el agua, también algunas piedras que se encontraban alrededor. Wolunka quedó inconsciente en el arroyo, los mellizos la sacaron y la pusieron sobre la piedra que hoy aún guarda las huellas de esta gran historia. Según Weildler Guerra, la sangre también bañó algunos pájaros de la Guajira como el iisho o cardenal guajiro, al que encontramos saliendo de la Makuira, y aves marinas como los tokoko o flamencos rosados.





Luego de que Wolunka perdiera los dientes de su vagina, tuvo hijos. Estos a su vez se reprodujeron hasta conformar toda la descendencia wayuu, el pueblo indígena más numeroso de Colombia. Las piedras manchadas de la sangre de Wolunka nos recordarán para siempre el comienzo de la existencia de los wayuu.



Wolunka | Foto: Jesús Abad Colorado
Wolunka | Foto: Jesús Abad Colorado
Wolunka | Foto: Jesús Abad Colorado


En el camino hacia Alaasu encontramos un hueco de agua natural subterránea conocido como ojo de agua. Sobre una piedra plana erigida en forma de aviso, se leía: “Wüia. Bendita de Dios viviente”. Las migraciones e itinerancia de los wayuu por el territorio tienen que ver básicamente con largos caminos que emprenden en búsqueda de agua dulce. En época de sequía, muchas familias se trasladan a zonas menos desérticas para tener mayor accesibilidad al agua dulce. Los ojos de agua y los jagüeyes (tanques de agua naturales) son indispensables para la vida en el desierto.




Con el poco acceso al agua que caracteriza cualquier desierto, los wayuu llevan siglos relacionándose de manera sabia y creativa con su territorio. Al conocer los tipos de vientos, la ubicación de los ojos de agua, la riqueza del mar, la construcción de jagüeyes, entre otros, han sobrevivido a largos periodos de sequía. Han forjado distintas y sorprendentes formas de habitar y comprender su espacio, a partir de su conocimiento y de la relación entre lo humano y lo no humano.

Cerro Polojolii: hombre maduro

Muy cerca del cerro titular Iitujolu, divisamos la serranía de Jala’ala, que se define como ‘piedra dura’. En ese lugar comenzamos nuestro descenso hacia el sur de la península. A pocos kilómetros nos encontramos con el cerro Polojolii, que significa ‘hombre maduro’, ya canoso. Es un cerro que tiene la parte alta blanca, de ahí su nombre, ya que simula una cabeza que empieza a encanecer. Después nos dirigimos hacia las piedras de Alaasu, ubicadas al suroriente de Iitujolu.

Foto: Jesús Abad Colorado

Piedra de Alaasu:
la que cuenta los orígenes


Las piedras de Alaasu están ubicadas en la Serranía de la Makuira, en el norte de la Guajira. Allí Maleiwa les entregó a los wayuu sus emblemas claniles, los cuales representan el sustento de su organización social, sus relaciones de solidaridad y regulan la tenencia del ganado.


El ganado es marcado con estos símbolos para distinguirlo del de otros clanes. Hay símbolos que hoy ya no se usan, puesto que pertenecen a clanes que se han extinguido.

Además, los hierros tienen un carácter biótico, son vivos para los wayuu, tienen cabeza, patas y cuerpo, tienen unidades mínimas de significación que van más allá del carácter del hierro. Los animales representados en cada marquilla son los encargados de dictar las normas y proteger a los integrantes del clan.

Foto: Jesús Abad Colorado

La piedra de Alaasu también da cuenta de los efectos de los encuentros de los wayuu con colonos y mercaderes de la sociedad española, con quienes solían tener una estrecha relación, ya fuese amistosa o de confrontación. Esto debido a que, como señala el etnólogo Michel Perrin, los hierros fueron influencia de la sociedad colonial española. Los hierros se adoptan como resultado de estos intercambios y con el tiempo se convirtieron en el símbolo que identifica a cada uno de los clanes wayuu.

Algunos emblemas wayuu,
sus significados y referencias geográficas 11 Castaño Uribe, Sierras y serranías de Colombia, cap. 7.


EMBLEMA
WAYUU

CASTA

SIGNIFICADO

TÓTEM

UBICACIÓN

Aapüshana Los amigos de sangre unida Samuro: samüt Cojoro Walitpana
Paüsayuu Los celosos de su hogar Repelón Guajira Central
Sijuana Los centinelas bravos de su tribu Avispas: ko`oi Alta Guajira
Juusayuu Los mansos de altivez bravía Culebra sabanera: kasiwanot Guajira Central
Uliyuu Los del sereno andar Oso hormiguero: walit Alta Guajira
Uraliyuu Los de bravura emplumada Cascabel: ma´ala Cerro de la Teta
Uliana Los de los pasos sigilosos Tigre, gato y conejo Alta Guajira
Jaya´aliyuu Los que siempre se ven listos Zorro, perro: apüche y erü Alta Guajira
Epieyuu Los nativos de su propia casa Cataneja: autaoropo Alta Guajira
Pushaina Los hirientes, los de sangre hirviente Wakiros, ko´oi Guajira Central
Iipuana Los que moran sobre las piedras Halcón, karikare Guajira Central
Ulewana Los mansos rastreadores Lagarto
Epinayú Los que golpean duro en los caminos Venado, rey de los gallinazos Alta y Media Guajira
Jirnuu Los de cola espesa Zorro Región Costera
Woluwoouliyúu Los de color blancuzco Perdiz Sin información
Waliliyúu o Wouliyúu Los de los pies ligeros Aves crepusculares Sin información


La pertenencia clanil entre los wayuu funciona primordialmente para acentuar líneas de lealtades, respeto y apoyo entre cada grupo. Si bien los territorios se pueden asociar con ciertos clanes, los patrones actuales de residencia no se ajustan estrictamente a estos.

Serranía Kusina


A lo lejos percibimos la Serranía Kusina, ubicada en el suroeste del municipio de Uribia, un poco más al norte que el cerro Epitsü. Kusina también hace parte de la geografía mítica y social de los wayuu, y las narraciones orales dejan entrever que muy pocos wayuu se atreven a ir a esta. Ellos afirman que allí habitaba un grupo específico de indígenas conocidos con el mismo nombre que la serranía, misteriosos cazadores. Según Perrin, el término ‘Kusina’ es usado para llamar a los otros indios lejanos, distantes o desaparecidos.


Foto: Jesús Abad Colorado

Hasta el siglo XX y aún hoy, los Kusina no eran considerados una tribu, sino un grupo de personas expulsados por malos comportamientos y destinados a vivir en esta serranía alejados de los demás clanes. Para muchos wayuu, los Kusina terminaron creando un grupo violento que robaba e impedía la entrada de cualquier extraño a su territorio. Perrin menciona que, a principios del siglo XX, en la Alta Guajira el pensamiento sobre lo que significaba estar bien o ser rico tenía que ver con cuánto ganado tenía el grupo matrilineal. Por ello, no poseer ningún rebaño era, en ese momento histórico, ser un wayuu Kusina; es decir, un wayuu marginal o un indio salvaje.

Serranía Kusina | Foto: María Luisa Moreno

Wososopo


Siguiendo en línea recta hacia Epitsü, el último cerro titular, encontramos al impresionante cerro Wososopo. En algunos relatos wayuu, Wososopo hace parte de los cerros titulares de la Alta Guajira y es presentado como un amigo de Epitsü, Kama’ichi e Iitujolu que también bajó de la Sierra Nevada para buscar nuevos caminos. Juancito Iguarán Pushaina narra que “Wososopo tenía tanta sed que no podía dar un paso más. ⎯Mis pulmones están secos⎯, gritó a sus compañeros, pero siguió caminando mientras los veía desaparecer en la distancia”. 13 En Wilbert, Simoneau y Perrin, Folk Literature of the Guajiro Indians.


Foto: Jesús Abad Colorado

La tarea de completar el recorrido, guiados por el triángulo de los tres cerros titulares de la Alta Guajira, finalizó en Epitsü después de tres días de camino, también conocido como el Cerro de la Teta. Este recorrido por lugares míticos, históricos y de mundos otros, no solo nos reveló la existencia de un ámbito físico espacial que alberga la geografía mítica y social de los wayuu, sino también le dio sentido a los relatos e historias de este pueblo.

Estos lugares nos hablan sobre concepciones de parentesco, estatus social y género; sobre la relación entre seres del mar y seres del desierto, entre los cerros y los vientos; sobre el largo camino que debe recorrer un wayuu entre la vida y la muerte. Recorrer estos espacios y escuchar sus historias nos permite evocar las fuerzas que animan a los seres vivos y el mundo material donde los animales se convierten en piedras, los humanos se transforman en cerros y los vientos entran en conflicto para ganar fuerza a ciertas horas del día. A su vez, las huellas de la historia colonial y republicana nos recuerdan las utopías que fracasaron y no lograron ni subyugar ni imponer una concepción de mundo a los wayuu, cuya profunda vitalidad y complejidad continúa recreándose cada día en la geografía de su propio territorio. Aunque esta geografía mítica e histórica sufre los impactos de las violencias asociadas a empresas modernizadoras, de guerra y de un país central que le estigmatiza, los wayuu se siguen recreando y afirmando en su territorio y conocimiento.

Epitsü, Cerro de la Teta | Foto: Jesús Abad Colorado